Era el debate decisivo (más que nada por ser el último antes de las elecciones del 28 de abril), el más abierto (por su formato menos encorsetado que el de rtve) y si duda el que dio más juego (para la bronca, para el insulto, para las interrupciones). Lo de la noche anterior les sirvió a los cuatro candidatos para “calentar motores” de cara al lenguaje no verbal que acabaron por proyectar en Atresmedia.

Pedro Sánchez, Pablo Casado y Albert Rivera se mostraron más exacerbados, con una expresividad facial negativa menos contenida y un tono más bronco, sobretodo entre los líderes de PP y Ciudadanos. Pablo Iglesias optó por repetir su conducta corporal más moderada, erigiéndose en el árbitro conciliador con ese tono de voz sosegado con el que pedía respeto: “no hace falta que nos insultemos” dijo, al tiempo que confesó “estoy sintiendo mucha vergüenza por la forma en la que está discurriendo este debate”.

Desde el punto de vista de la comunicación no verbal, el líder de Unidas Podemos subsanó algunos de los errores de la noche anterior. Nada de la mano en el bolsillo ni aparecer en mangas de camisa. Y aunque continuó con su tono conciliador, (excepto para llamar maleducado a Rivera) no pudo evitar esa pose inconsciente de sheriff con las piernas abiertas ocupando espacio.

 

 

Rivera repitió el modelo en el que se enfundó en rtve. Siguió mostrando gráficas, foto (también enmarcada) y hasta un pergamino. Dialécticamente impulsivo, repartió a izquierda y derecha y con sus interrupciones constantes consiguió desquiciar a más de uno( llamémosle candidato o espectador). Demasiado impaciente, lo que le jugó una mala pasada. Llegó a decir: “Ha mentido usted, señor Sánchez, ahora me toca a mí»…

 

Casado tomo nota de su “excesiva moderación” en el debate anterior, dispuesto a reivindicar su peso como adalid de la derecha. No quería que Rivera le eclipsara de nuevo. Fue más contundente en sus gestos y su corporalidad. Incluso vislumbró en algunos momentos cierto aire de superioridad, alzando inconscientemente el mentón o sacó su vena más combativa y directa cuando se sintió atacado por Sánchez a cuenta de la violencia de género.

 

El líder del PSOE se preparó para los envites de Rivera. Visualmente hablando uno de los mejores momentos fue ese intercambio de libros (en el Día de Sant Jordi, qué detalle!). En cuanto Rivera le sacó su tesis doctoral, Sánchez le regaló el libro de Dragó sobre Santiago Abascal. Mantuvo su aspecto y tono presidencial, en ocasiones encorsetado y poco natural, pero fue ganando terreno, pese al mirar demasiado los papales cuando se refería a algunas de sus propuestas. No dudó en sacar pecho en algunos bloques y ahí sus gestos, como esa  mano en el corazón, que parecieron sinceros.

Hasta aquí los debates, cada uno que saque sus conclusiones. El domingo 28 de abril más y mejor.

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