Lo de sentarse a comer juntos, en familia, es un bien cada vez más preciado y una conducta cada vez menos usual. Los diferentes horarios, las prisas y hasta la elección de la dieta hace que, a veces, resulte una tarea complicada. Y por si esto fuera poco, los estudios señalan que la proporción de niños y adolescentes que comen o cenan con sus familias no solo se ha reducido en los últimos años, sino que disminuye con la edad. (Gillman et al, 2000)

Desde el inicio de la humanidad, sentarse alrededor de la comida se ha considerado una conducta no verbal que facilita la interacción con los demás y nos permite estrechar los vínculos sociales. Posibilita que nos miremos más los unos a los otros, favorece el contacto, estrecha las relaciones, mejora la empatía, disminuye las tensiones y propicia un clima más distendido.

En el contexto familiar, cobra además una especial relevancia. Así lo indican los diferentes estudios publicados en torno a este tema y que ponen de manifiesto que el simple hecho de comer en familia tiene un amplio abanico de efectos positivos para los más pequeños y los jóvenes la casa.  Además de promover hábitos dietéticos saludables (Videon y Manning, 2003) también hace que los preescolares enriquezcan su  vocabulario ( Beals y Smith, 2005) y que los adolescentes disminuyan sus conductas de riesgo, tengan un mayor nivel de autoestima y resiliencia.(Finish R, Duke,M 2006)

Mejora en el desarrollo del lenguaje

 

Hace ya algunos años, Gillman y su equipo mostraron que los niños que comían frecuentemente en familia mostraban patrones dietéticos más saludables que incluían mayor consumo de frutas y verduras, menos fritos y refrescos, menos grasas saturadas, menor carga glucémica, más fibra y micronutrientes de los alimentos.

Hoy en día sabemos también que compartir mesa y mantel favorece las habilidades de comunicación de los más pequeños. Las  investigaciones apuntan a que cuanto mayor es el tiempo de conversación en la mesa, mayor riqueza de vocabulario adquieren. Así lo pone de manifiesto un estudio realizado en la Harvard Graduate School of Education por las autoras Catherine E Snow  y  Diane E Beals:

“La participación en las conversaciones de la mesa ofrece a los niños la oportunidad de adquirir vocabulario, practicar la producción y comprensión de historias y explicaciones, adquirir conocimientos generales y aprender a hablar de forma culturalmente apropiada”.

Beneficios en la adolescencia

 

Compartir desayuno, comida o cena se suma a la lista de tareas pendientes y en ocasiones, difíciles de alcanzar cuando se trata de sentar en torno a la mesa a padres y adolescentes. Sin embargo, cada vez es más sólida la evidencia de que los hijos que comen en familia no solo conocen mejor la historia familiar sino que se relacionan mejor con sus compañeros,  tienen una mayor tolerancia a la adversidad, tienen un mayor nivel de autoestima e y incluso suelen obtener mejores calificaciones académicas. Así lo acredita un estudio de la Universidad de Emory (Finish & Duke, 2006)

Y por si fuera poco, parece ser que comer en familia y disfrutar de este momento para compartir inquietudes y puntos de vista también disminuye las conductas de riesgo relacionadas con el consumo de alcohol, tabaco y drogas, según el Centro Nacional sobre la Adicción y el Abuso de sustancias de la Universidad de Colombia. Entre sus conclusiones destaca que las cenas familiares son  un momento ideal para reforzar la calidad de las relaciones paternofiliales. Los adolescentes que comen con frecuencia con su familia (de 5 a 7 por semana) son más propensos a decir que tienen relaciones de más calidad con sus padres y creen que sus progenitores saben más sobre lo que les ocurre a diario y se preocupan por ellos.

“Sabemos, gracias a años de investigación, que los adolescentes cuyos padres son “activos” -participan en el día a día de sus hijos, se relajan con ellos, tienen cenas familiares frecuentes, los supervisan, establecen normas de comportamiento y dan ejemplos positivos de comportamiento saludable- tienen muchas menos probabilidades de consumir drogas, beber o fumar”, añaden los autores del informe.

En definitiva, las comidas familiares fortalecen los lazos afectivos y mejoran la comunicación, clave para evitar conflictos, intercambiar opiniones, disfrutar los unos de los otros y forjar ese sentido de pertenencia al grupo, tan importante durante esta etapa de la adolescencia.

Apunta M. Weinstein, en su  libro  “El sorprendente poder de las comidas familiares“  que comer juntos nos hace más inteligentes, más fuertes, más sanos y más felices.  Si los beneficios son tantos y, como se suele decir, la comida es uno de los grandes placeres de la vida, busquemos tiempo para disfrutarla junto a los seres queridos. ¡Además de su estómago, su familia se lo agradecerá!

 

Bibliografía:
Snow & Beals. "Mealtime talk that supports literacy development".(2006)

Haines J et al. "Family dinner and disordered eating behaviors in a large cohort of adolescents".(2011)

Beals, D. "Sources of support for learning words in conversation: evidence from mealtimes."(1997)

CASAColumbia."The Importance of Family Dinners".(2012)

Finish R. & Duke M. "Family meals and conversations are key building bloks for resilience and confidence in children."(2016)

Weinstein M. "The surprising power of family meals. How eating together makes us smarter, stronger, healthier and happier."(2005)

Gillman et al. "Family dinner and diet quality among older children and adolescents."(2000)

Videon TM & Manning CK. "Influences on adolescents eating patterns: the important of family meals." (2003)

Comparte