El primer encuentro entre Donald Trump y el Papa Francisco, celebrado el 24 de mayo en el Vaticano, pasará a la historia por la falta de sintonía no verbal entre los dos dirigentes. “No olvidaré su mensaje”, le prometió el mandatario norteamericano al término de una reunión tensa en cuanto a gestos y lenguaje corporal.

Esta vez el rostro del Pontífice siempre tan expresivo, lo decía todo. Evita la mirada directa, el contacto visual con Trump en la foto oficial y su característica sonrisa deja paso a un rictus serio, que denota incomodidad. Nada que ver con el primer encuentro que en 2014 mantuvo con el entonces presidente, Barack Obama.

El papá se muestra tenso, cabizbajo, con ganas de poner fin al disparo de los flashes. De nuevo contrasta con el comportamiento no verbal que tuvo con Obama en 2014.

En esta ocasión se invirtieron los papales. Fue Trump el que regaló sonrisas y trató de mostrarse cordial. Incluso  su característico apretón de manos -ese con  el que atrae al interlocutor hacia él, aprieta con fuerza la mano y la coloca en pronación (indicando dominio, superioridad y control de la situación)- deja paso, en esta ocasión, a un apretón vertical, de igual a igual.

Y aunque el Papá se mostró más cercano al saludar a Melania, (sonriente y mucho más gestual que con su esposo) lo cierto es que la foto final de familia dibuja sin quererlo la distancia entre los Trump y el Pontífice, donde los centímetros se separan de manera visible. Toda una alegoría a sus diferencias ideológicas.

De hecho, en alguna ocasión, el gesto del látigo o dedo acusador tan característico del mandatario afloró. Es difícil reprimir gestos autoritarios tan arraigados que se filtran de manera inconsciente!

La comunicación no verbal del Papa fue, en líneas generales, tensa y cargada de emociones displacenteras. Lejos quedaron las sonrisas del Pontífice que tanto le acercan a la gente …

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